Espiritualidad y búsqueda de sentido en Terapia Intensiva

La enfermedad grave, la proximidad de la muerte, las continuas pérdidas y la vivencia de fragilidad se convierten en interrogantes existenciales de alto impacto emocional: ¿Por qué ahora? ¿Existe Dios? ¿Qué pasará después? ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Para qué este sufrimiento?…
Morir es un proceso complejo y único que abarca a la persona por entero, no sólo su cuerpo; es mucho más que un evento clínico.
Aunque la ayuda específica puede ser dada por los asistentes pastorales, poder detectar las necesidades, los recursos y el distrés espiritual, y acompañar a los pacientes en el proceso de cierre de su biografía, con la mayor paz posible, es tarea de todos los profesionales de la salud. De ahí la importancia de comprender y adquirir herramientas para identificar señales de sufrimiento y facilitar el cuidado espiritual de los pacientes y sus familias.

Tips

  • Es importante incluir la espiritualidad como parte de la evaluación integral del paciente y su familia para una mejor calidad de vida.
  • Espiritualidad y religión no son sinónimos. La espiritualidad es más amplia y abarcadora que la religiosidad.
  • Las necesidades espirituales no son sólo carencias, sino potencialidades a desplegar; es importante saber identificarlas desde las primeras consultas.
  • Explorar los indicadores de malestar espiritual, identificarlos y ofrecer cuidados espirituales generales es parte indispensable de la tarea de los profesionales de la salud, que requiere de ciertas destrezas y sensibilidad; en su asistencia específica será necesario un mayor entrenamiento y la derivación a otros profesionales o asesores religiosos, si fueran solicitados. 

Espiritualidad 

La Organización Mundial de la Salud (WHO, 1990) reafirma la importancia de la espiritualidad: «No es lo mismo que ‹religiosidad›, aunque para muchas personas la dimensión espiritual de sus vidas incluye un componente religioso. El aspecto espiritual de la vida humana puede ser visto como un componente integrado junto con los componentes físicos, psicológicos y sociales. A menudo se percibe como vinculado con el significado y el propósito y, para los que están cercanos al final de la vida, se asocia comúnmente con la necesidad de perdón, reconciliación y afirmación de los valores».

La dimensión espiritual es idiosincrásica del ser humano. Toda persona tiene la posibilidad de encontrar la integración con una realidad más amplia que sí mismo a través de un camino propio, único e irrepetible. Incluirla en la atención clínica genera un gran desafío para los profesionales.

Espiritualidad y religión

La espiritualidad es más abarcadora que la religión y puede ser vista como un movimiento de búsqueda en tres direcciones:

1. Hacia el interior de uno mismo, en búsqueda de sentido, del significado de la vida y la muerte, del sufrimiento y de los valores personales. Se trata de integrar todas las partes de la propia historia, sintiendo que «todo encaja». Tal como expresa V. Frankl (1987), «el hombre no se destruye por sufrir sino por sufrir sin sentido».

2. Hacia el entorno, en búsqueda de conexión, de pertenencia, de responsabilidad con sus relaciones y del sentimiento de formar parte de una unidad con los demás.

3. Hacia el más allá, en búsqueda de trascendencia, teniendo una perspectiva más profunda y amplia del propio yo y de las circunstancias presentes, incluidos el sufrimiento y la muerte, en conexión con un Todo más grande y abarcador.

IMPORTANTE! Vías de expresión: Preguntarle a un paciente de qué mejor manera expresa su espiritualidad, independientemente de que profese una religión o no, muestra también que el profesional está atento a la diversidad y singularidad y que comprende que, p. ej., la música, el arte, el amor por su familia, por la naturaleza o los animales, la práctica de la meditación, son algunas de esas vías de expresión. 

La religión incluye la pertenencia a una comunidad congregacional con creencias teológicas, textos sagrados, rituales y prácticas; la espiritualidad es mucho más amplia y puede ser comprendida como la aspiración profunda y personal del ser humano a una visión que integre, conecte, trascienda y dé sentido y propósito a la existencia.

La enfermedad o la anticipación del final de la vida puede ser una situación que ponga en crisis la fe del paciente, que lo haga renegar de ella o, por el contrario, que lo acerque o la busque de manera renovada y esperanzadora. Preguntar a un paciente sobre su necesidad de practicar rituales religiosos es una intervención facilitadora.

¿Qué son las necesidades espirituales?

Son necesidades inherentes a la persona, orientadas a su crecimiento interior; en el contexto de «situaciones límite», tal como una enfermedad grave, emergen con mayor fuerza. Si no son satisfechas adecuadamente puede aparecer el sufrimiento espiritual.

Cecily Saunders (1967) habla del «dolor total» en la enfermedad, compuesto por aspectos somáticos, emocionales, sociales y espirituales.

Es importante agregar que las necesidades espirituales no sólo son carencias (algo que falta) sino también recursos a desplegar, potencialidades no del todo desarrolladas, pero sí deseadas, en el ámbito de lo espiritual.

Benito et al. (2008) en su revisión destacan como más importantes las necesidades de:

• ser reconocido como persona,

• volver a leer su vida,

• encontrar sentido a la existencia,

• liberarse de la culpabilidad, perdonarse,

• reconciliación o sentirse perdonado,

• continuidad, trascendencia,

• auténtica esperanza,

• expresar sentimientos y vivencias religiosas,

• amar y ser amado.

Llegando al final de la vida estas necesidades se intensifican, ya que nada puede posponerse. Todo adquiere la urgencia de lo definitivo y ello puede generar un gran sufrimiento si aquéllas no son identificadas y atendidas.  Por eso es responsabilidad de los profesionales facilitar esta tarea a través del diálogo terapéutico auténtico y compasivo, respetuoso de la singularidad de cada persona.

Siguiendo a E. Benito, J. Barbero y C. Gomis (2008), es necesario prestar atención a lo siguiente:

1. Los indicadores de necesidades y recursos pueden aparecen indirectamente: tras el miedo puede estar la preocupación por el después de la muerte; detrás del enojo, la insatisfacción con algún capítulo de su vida. O directamente: un crucifijo sobre la mesa; la alegría por tener a todos los hijos junto a su cama. En el apartado inicial de este capítulo aparecen: los sentimientos de culpa, la no reconciliación con su historia, los asuntos inconclusos con sus hijos, tal vez necesidad de ser perdonado, la ansiedad que surge «esperando la muerte», que se demora.

2. Diferenciar las necesidades de sus satisfactores y buscar con el paciente los que sean apropiados. Siempre será él quien guiará en lo que le es verdaderamente significativo.

3. Evaluar el área espiritual como necesidad y como recurso: Como recurso: como parte de la evaluación global desde la primera consulta (o las primeras). Ello ayudará a comprender a la totalidad de esa persona. P. ej., indagar sobre sus creencias; si lo están ayudando en el momento presente; si está en conflicto con ellas; si no fuera creyente, qué le da mayor fortaleza, cuáles son sus puntos de apoyo en la vida. Como necesidad: explorando los indicadores de bienestar/malestar espiritual.

Cómo explorar el bienestar y el malestar espiritual

Ante un paciente que experimenta sensación de sosiego interior en su presente, de que «todo encaja» con su historia pasada, que vive sus despedidas con tristeza y autenticidad y siente paz ante su futuro es sencillo inferir bienestar espiritual. Sin embargo, hay una amplia diversidad entre una «muerte ideal» y otra con distrés alto y necesidad de intervenciones específicas de los profesionales.

Importante! Estar atentos a no querer imponer un modelo de muerte pacífica ideal y sí a escuchar al paciente concreto que hablará o mostrará conductas referidas a su propio estado de bienestar espiritual. 

En el centro del dolor espiritual hay una desconexión dentro de las personas de su aspecto más profundo, de lo que les da sentido, esperanza y propósito en la vida. Puede manifestarse con síntomas en diferentes áreas: ellos pueden ser físicos (dolor de difícil manejo, insomnio); psicológicos (ansiedad, depresión, pánico, vivencia de desamparo, soledad, desesperanza, pérdida de sentido, miedos); religiosos (crisis de fe, ira hacia Dios) o sociales (ruptura o distanciamiento de relaciones antes próximas).

Para hacer un diagnóstico de dolor o distrés espiritual es necesario ver estos síntomas junto a la biografía, los patrones de conducta previos y el contexto actual del paciente. Es necesario reconocer el distrés espiritual cuando las personas son incapaces de encontrar fuentes de paz, amor, significado, fortaleza, esperanza y conexión o cuando ocurren conflictos entre sus creencias y lo que está sucediendo en sus vidas.

Es importante destacar que la muerte, como última crisis vital del ser humano, tiene en sí una parte de sufrimiento inevitable, por la misma condición humana, que genera tristeza vinculada a la vivencia de separación o despedida da de todas las personas queridas, del mundo tal como lo conoce la persona hasta el presente y, fundamentalmente, de sí mismo, de lo que hasta ahora ha sido o lo que ya no podrá ser. El paciente está haciendo duelos. Necesita decir sus adioses en un espacio de seguridad y confort. Comprender este aspecto evitará diagnosticar como patológica una experiencia humana universal, acompañándola con la aceptación de las posibilidades personales. También, refuerza la necesidad de realizar una apropiada evaluación para discriminar cuándo el sufrimiento puede y necesita ser aliviado con intervenciones.

Algunas preguntas orientadoras Algunos autores, como H. Chochinov (2005), C. Puchalsky (2000) y W. Breitbart (2002), entre otros, sugieren ciertas preguntas para facilitar la exploración del malestar/bienestar espiritual. No hay un orden particular, ya que lo mejor es hacerlas con sensibilidad o propiciando un clima emocional adecuado en esa consulta. Es recomendable que sean abiertas y permitan explorar el mundo interno de la persona.

¿Podría contarme algo de su vida, su historia…? Lo que sienta más relevante.

¿Qué logros ha tenido que lo han hecho sentir más satisfecho?

¿Existe algo en particular que quisiera que su familia sepa de Ud.?

¿Hay algo que Ud. sienta que la vida le ha enseñado y le gustaría transmitir a otros?

¿Cómo expresa mejor su espiritualidad?

¿Tiene alguna fe o creencia religiosa? ¿En qué grado lo ayuda en este momento?

¿Qué es lo que más lo ayuda cuando siente desasosiego?

¿Qué cree Ud. que le da sentido o propósito a su vida?

¿Ha sido de ayuda algún soporte espiritual en el pasado?

¿Tiene sentimientos de desesperanza? ¿Cómo entiende la esperanza? ¿En qué tiene esperanza?

¿Siente enojo o culpa alrededor de su enfermedad?

¿Hay alguien a quien necesita perdonar o necesitaría Ud. ser perdonado por alguien?

¿Qué es lo que necesita para sentir que conserva su dignidad? ¿Tiene creencias respecto a lo que sucede luego de la muerte? ¿Cómo se siente al mirar (o narrar) su vida vivida?

¿Cuál es su mayor fuente de fortaleza en esta enfermedad?

Estas y otras preguntas dentro de la entrevista clínica deben ser hechas en un contexto de privacidad, escucha empática y respeto frente a la particular forma que adopta el proceso del paciente (dinámico, con cambios, oscilaciones, ambivalencias) y frente al nivel de profundidad que pueda tolerar, así como con compasión, entendida como sensibilidad y disposición para aliviar su sufrimiento. Además, deben tener sentido de oportunidad, ya que una pregunta al enfermo sobre sus creencias respecto de la muerte (por ejemplo) puede ser fuertemente desestabilizadora si se hace fuera de tiempo. Muchas veces la asistencia psicosocial se entrecruza con la espiritual, ya que están íntimamente relacionadas. El poder identificar el sufrimiento existencial o espiritual es el primer paso para su adecuada asistencia.

Cómo brindar cuidado espiritual

• Tener un adecuado control de los síntomas (especialmente el dolor).

• Generar un vínculo de confianza en la relación terapéutica.

• Aprender a escuchar activamente.

• Respetar los silencios durante el diálogo; pueden ser momentos de gran elaboración.

• Comprender qué es lo importante para el paciente, sus fuentes de significado dentro de su historia personal.

• Explorar con calma sus necesidades espirituales.

• Estimular sus recursos espirituales.

• Acompañar y asistir a la familia en su propio distrés, cansancio y necesidades.

• Acompañar la esperanza, con realismo.

• Facilitar, mediante la escucha activa, la narrativa de vida del paciente.

• Ofrecer la posibilidad de rituales religiosos si el paciente los requiriera.

• No intentar brindar respuestas a preguntas existenciales. Facilitar su búsqueda por parte del propio paciente.

• No imponer ni sugerir creencias personales del profesional.

• Estar presentes con autenticidad.

• Aceptar los límites del paciente y/o su familia.

• Discriminar las necesidades del profesional de las del paciente.

• La solemnidad no está relacionada con la espiritualidad. Sí la sensibilidad, el humor inteligente, una sonrisa, el silencio respetuoso, el contacto genuino.

 

Fuente: Tomado y modificado de: Jacob, G., & Sanchez, L. (2014). Manual de cuidados paliativos para la atención primaria de la salud. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Instituto Nacional del Cáncer. Cap. 13 «Noemí Díaz Licenciada en Psicología. 

Licenciado bajo Creative Commons.

Puede leer el original haciendo click en el siguiente link. http://www.msal.gov.ar/inc/recursos-de-comunicacion/manual-de-cuidados-paliativos-para-la-atencion-primaria-de-la-salud/

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